miércoles, 1 de agosto de 2007

Estudian métodos de control de las hormigas



Minúsculas y de apenas unos miligramos de peso, las hormigas urbanas pueden provocar cortocircuitos eléctricos, propagar infecciones en hospitales, ahuecar postes, carcomer cimientos y causar así daños invaluables. Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires estudian sistemas más efectivos de control y menos tóxicos para el medio ambiente.

"Las consecuencias tienen poca difusión y son poco estudiadas en nuestro país, por lo que la magnitud de los daños se desconoce -destaca, la doctora Roxana Josens, del Grupo de Estudio de Insectos Sociales, desde la Ciudad Universitaria-. Según estudios en distintos países latinoamericanos, en los hospitales las hormigas al trasladarse de un sitio a otro, llevan consigo patógenos de distinta naturaleza, e infectan así alimentos, instrumental o material esterilizado. Nuestro objetivo es desarrollar cebos y un protocolo de aplicación efectivos para controlar este tipo de hormigas urbanas", detalla.
Hace más de diez años, la bióloga Josens tiene en la mira a la especie camponotus mus, conocida como hormiga carpintera porque ahueca troncos para usarlos como nidos. Este insecto autóctono, de unos 3 a 20 miligramos, es casi imposible no topárselo pues habita en gran parte de la Argentina: desde el Centro hasta el Norte y desde la Precordillera hacia el Este, llegando hasta Paraguay, Uruguay y sur de Brasil. "En las ciudades es muy común que aniden bajo los techos de tejas o chapa, dentro de puertas huecas, marcos de madera o en grietas ubicadas en los cimientos de las construcciones. Como suelen ser sitios inaccesibles, aun arrojando veneno, se logran pocos resultados y se diseminan indiscriminadamente tóxicos en el medio ambiente -describe la investigadora del Conicet-. Lo que buscamos es crear un sistema efectivo, aprovechando el comportamiento natural de estos insectos, para aumentar la aceptación de los cebos y el reclutamiento hacia ellos, de modo de maximizar la entrada del veneno en el interior del nido."
Para que el tóxico llegue con éxito a destino, el equipo se propone conocer al dedillo el mundo del hormiguero y la sincronizada organización social para recolectar el alimento. Esta especie a la hora de comer prefiere a otros insectos y sustancias azucaradas, como el néctar que se halla en algunos tallos o en la base de las hojas o de las flores. En búsqueda de estas provisiones salen las hormigas obreras, a las que no tiene sentido atacar dado que no se reproducirán nunca en su vida. Ellas trabajan para mantener el nido en que se refugia la reina, la única que pone huevos para generar descendencia. "Observamos -destaca Josens- que las obreras consumen según las necesidades de la colonia. Cuando el nido requiere más hidratos de carbono, no sólo toman más de esta sustancia azucarada sino que más rápido. No hay registro de que ocurra en otros insectos."

El lenguaje de las antenas.

Los investigadores intentan que éstas se conviertan en el pasaporte mortal al hormiguero. "Entender el proceso de recolección permite brindar el marco de conocimiento necesario para adecuar los mecanismos de control", indica Josens.
Los caminos que las hormigas marcan en el terreno en sus idas y vueltas en busca de provisiones indican que se está frente a una verdadera cooperativa de recolección. Una obrera descubre un alimento, recluta a nuevos individuos para que se sumen a la tarea, y todas cargarán en su buche el néctar recolectado y lo pasarán dentro del nido a otras de boca en boca. "Hallamos que los contactos de antenas entre las hormigas varían según el valor de la carga. Por lo tanto, estas interacciones permitirían adquirir información respecto de cuan aceptado es el recurso transportado. Esta puede ser utilizada, por ejemplo, en la decisión de reclutar más hormigas, retornar a la fuente de alimento, etcétera", precisa.
Sin ocultar su admiración por estos insectos no deja de destacar una y otra vez su nivel de organización. "La recolección grupal de alimentos no está jerarquizada. En la mayoría de los insectos sociales pueden intervenir cientos de individuos y ninguno manda, sin embargo el grupo recolector responde a las fluctuaciones del ambiente. Si cambia la oferta de néctar, muchas especies rápidamente redistribuyen sus obreras ante la nueva situación", puntualiza.
El equipo de Josens centra sus investigaciones en la forma de recolección de soluciones azucaradas, uno de los platos preferidos de estos seres diminutos. "Es un cebo sencillo y económico [se trata de agua y azúcar] al que se le puede agregar un tóxico. Pero debemos comprender cómo es el proceso de recolección para saber cómo administrarlo de manera más efectiva y menos tóxica para el medio ambiente", concluye.

Fuente. Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA

Volver a la página principal

No hay comentarios: